miércoles, 19 de diciembre de 2007

EL DECÁGONO DE ANÍBAL
WILDA RODRÍGUEZ 18 de diciembre de 2007

Ayer me dijeron - otra vez - que Aníbal está insoportable. Obsesivo con su caso federal. Paranoico. Convencido de que es el único estratega del mundo. Suspicaz hasta con los amigos. Con guille de guapo de barrio. Arrogante y malcriado.
¿Eso es todo? Porque yo estaría con un puñal en la boca, una bandana ensangrentada en la cabeza para que sepan que voy en serio, una barba piojosa (si me creciera), el ceño fruncido hasta hacerme canales de media pulgada entre los ojos y los ojos bien brillosos mirando rápidamente alrededor en busca de un blanco para la Uzi que llevaría en las manos.
No estoy tratando de justificarlo, que conste. Aníbal ha hecho cosas en los últimos tres años que no tienen justificación posible. No le perdono que haya cerrado el Gobierno, no le perdono el IVU, no le perdono sus ambivalencias y retracciones, no le perdono seguir siendo más candidato que gobernante, no le perdono que tenga tantos servidores públicos en vilo sin un convenio y no le perdono los trajes de tres mil pesos. Mucho menos le perdono que se haya pasado por el forro la alianza que le dio el triunfo en las pasadas elecciones y que él solito – bueno, con la ayuda de Carlos Pepe, Silva Puras y Jorge Rodríguez – se ha encargado de desbaratar.
Sin embargo, si por algo me he caracterizado como periodista durante toda mi carrera ha sido por tratar de ser justa en mis apreciaciones. Por eso, cuando pienso en mi amiguito no puedo menos que suspirar bien hondo y revisar mis niveles de tolerancia. Primero, que quede claro que soy leal A mis amigos a menos que maten a su mamá o me roben el huesito de la chuleta del plato. Aníbal tiene mi solidaridad, mi apoyo y mi confianza hasta el ñú, gústele a quien le guste. Lo que no tiene siempre es la razón y yo sé bien que él no espera que se la dé. Pero sí que lo coloque en una justa perspectiva.
Yo me pregunto que habría hecho en su lugar si me eligen Gobernador y no puedo hacer mi trabajo. Primero: la angustia de los pivazos, que lo mantuvieron con el culito apretado por meses y eso es bien incómodo. Segundo: el encono de Pedro que hay que admitir que tiene una capacidad y una disciplina para joder admirables. Tercero: Primitivo Aponte, quien confirma la teoría de que no hay nada peor en el mundo que un bruto con iniciativa. Cuarto: su propio Partido que está cundío de velagüiras, apóstatas y mudos. Hay que reconocer que la elocuencia de los defensores de Aníbal ha sido bien económica. En cambio, la de sus detractores ha sido pródiga y exuberante. Adolfo Krans se botó desde un principio, lo que me imagino que lo tiene bien contento porque ya no es solamente el ex de Sila, sino la ladilla de Aníbal. Su “claim to fame” ha ganado lustre propio con lo de “el dinero es cobarde”. Nunca pensé que un rico se autoincriminara.
Hablando de Sila. Tampoco pensé que algo la acercaría de nuevo tan pronto a Rafael (Hernández Colón) y, vino la brisa que amenaza con tumbar a Aníbal y fuá… mingos, mingos. Si hasta yo, que he visto muchos mas “strange bed fellows” que Aníbal, estoy impresionada, imagínense como quedó Aníbal con ese junte. Lo que me trae al número cinco: las conspiraciones. Saber que hay gente que se reúne para planificar tu deceso no debe ser nada de agradable. ¿Me cremarán o me picarán como pa’ pasteles?
Sexto: Los sindicalistas cuyo fin ideológico no es precisamente los trabajadores sino la revolución socialista de los sesenta con la que se quedaron pegaos. Porque de que los hay los hay.
Séptimo: La situación económica provocada por las anteriores administraciones que la complicaron tan y tan bien que no hay manera de que el pueblo la entienda sin que parezca un análisis político de Juanma.
Octavo: Sus propios legisladores que se debaten entre la vida antes y después de las dietas… y punto.
Noveno: Paseo Caribe, ‘dita sea un dolor. Si se va con el pueblo se queda sin fondos de campaña, si llegara a necesitarlos. Si se va con los desarrollistas, se queda sin votos, si llegara a necesitarlos. Como quiera, está chavao, porque cualquiera de ambas requiere dejar de ser el malabarista de Dios.
Décimo: Su jack pot… el casito federal. Tener a Rosa Emilia guindá al cuello no permite movimientos fáciles. Especialmente si Rosa Emilia tiene a su vez a Romero Barceló guindao al cuello.
No he incluído en ese decágano – no piensen mal, decágano es un polígono de diez lados – a una buena porción de sus propios funcionarios que parece que trabajan para la oposición y ni siquiera puede cambiarlos porque cada vez que se anuncia una vacante se van todos sus amigos de vacaciones fuera del país, no les funciona la señal y se les quedó la computadora en la casa, perdona sa’e. Tampoco he incluído a los tribunales locales que se empeñan en revocar a su Secretario de Justicia cada vez que intenta procesar a la oposición. Lo que quiere decir que los jueces no tienen ninguna fe en que Aníbal prevalezca y le temen más al regreso de la oposición al poder. Sus cabezas primero.
En fin, que si Aníbal está solamente impertinente y malcriado, le queda algo de salud mental. Lo que no lo excusa de decisiones erradas, actuales y previas. No se borra con trucos y estrategias de sobrevivencia el récord previo al caso federal. Y en ese ya afloraban serios problemas que resolver.
El otro problema que tiene ante sí es que la salud mental del pueblo, no la suya propia. El pueblo está confundido, desorientado, temeroso, abrumado, humillado y desesperanzado. Y yo no quiero pensar que ese estado de ánimo lo descompense antes de que encontremos la fórmula para devolverle la confianza y la esperanza. Al pueblo, dije. Aníbal parece haber encontrado su cura en su pasión política.